Presentación del libro de poesía “OTROS OJOS”
de Camila Charry Noriega, en la FIL de Minería
Por Elizabeth Cazessús.
Es difícil hacer la presentación de un libro
de poesía, porque la poesía se hace por instantes, instantes en los que él o la
poeta se sienten atrapados, llevados a la páginas en blanco o al ordenador que espera frio y callado,
hasta los que llegan a tomar la pluma o
el teclado como si fuera una posesión fatal. Ante esto, una lectora tiene que dejarse llevar,
arrastrar si es posible por las palabras del otro que escribe al margen, al otro lado, y es en este sentido que el poema
no requiere de explicación. La tarea del
lector siempre será un intento de llegar hasta la otra orilla, de cómo
alcanzar, -si esto fuera posible- las palabras del otro. Y es que somos tan inconsecuentes con nuestra
vida, que el poeta es creado de alguna manera por estos instantes, en que su
visión de ese instante lo es todo. Siguiendo el consejo de la escritora
chiapaneca Rosario Castellanos cuando dice: “La poesía no debe ser un esfuerzo
del entendimiento sino un abandono de la voluntad”.
Desde las primeras líneas la poeta asombra
con sus imágenes estridentes, con esos “otros ojos” que van captando y desdibujando los intentos
en que la vida se manifiesta: “Danza el
escorpión entre el fuego con la muerte, erige su cola monstruoso como otro
monstruo…..Bajo el sol violento de la sabana pastan las vacas...”
La poesía de Camilla en
OTROS OJOS le da la dimensión a un paisaje que mira al mundo en decadencia, la
naturaleza sagrada se descompone y nos entrega su quebranto y decepción , vive
adentro de una iel multiplicada por cientos de ojos sean
los del escorpión, la gaviota, la
lagartija, el caballo, los perros…
La
relación con la naturaleza marca sus fronteras en las formas pero no se limita
a ellas. La mirada de esos otros ojos crea un puente entre todos los ojos, así
como se lee en el canto # 6:
Olas sobre el ojo abierto de la
gaviota abatida
en la arena de la playa.
Difícil saber cuál murió primero;
la ola en la costa que revienta y se
divide perdiendo la unidad;
la gaviota muerta en cuyos ojos de
agua
se
fragmenta el mar.
Este ritmo de olas, este oleaje que nos lleva
a la profundidad como reflejo en la mirada de la gaviota; al mar
como el más grande de los misterios
entre las rejas de la muerte y no
la vida que lo hace nacer.
Así, el fugaz tiempo del colibrí, no es más
que un estallido violento entre las venas que nos trae flores rojas y ebrias, y
la tierra prometida, es inexistente desde los ojos de los perros que sueñan.
Esta pérdida de la ilusión vital que todo
soñador tiene, no se ve reflejada en la mirada, porque veremos arder la casa;
el mundo que nos reclama…
Esto me recuerda a Jean
Cocteau en palabras de Margueritte Yourcenar:
¿Si
vemos arder la casa, qué salvaremos?
-El
fuego, contesta.
Y en este caso es el fuego de la creación
poética y de su pasión por las letras
con que Camila Charry Noriega a lo largo de su poemario nos confronta en cada destrucción, en cada zarpazo, en cada
estocada de la muerte.Las preguntas surgen: que subrayo cuando subrayo, inmersa en la lectura? El sentido de despojo es también para estar con el otro?: un cuerpo al descubierto con ese rayo que atravesó por primera vez el espacio...
La mirada de la poeta es una llamarada, ¿es
así la mirada del escritor, del lector,
deconstructiva? Siendo lectores desde el primer grito en que la especie humana
se sorprendió por el rayo, por un amanecer con garzas, por la cresta de las
olas, desde la prehistoria... ¿Es la
lengua fría del hambre (…)la que nos ha llevado al lenguaje ? ¿La
sangre roja y vegetal que estalla(…)la que escribe con tinta negra?.
Imágenes de visión fatal, del romanticismo más
puro al gótico, que hacen de los pájaros cenizas sin ninguna trascendencia,
como las hojas que flotan en el viento con el árbol ausente.
Camila nos muestra que somos rehenes de la vida y no al revés, que
el cordón umbilical es una cadena o la cadena es un cordón umbilical.
La contradicción se vive en esta
“civilización” inconsecuente que estallan y golpean en imágenes de una ciudad
en vertiginosidad constante.
En “Los mismos ojos” ; (segunda parte del
libro), el temor al vértigo, a la oscuridad. La poeta sigue fiel a Paul Celan;
la condena del destrozo, la naturaleza
como conciencia arrojada en su auto condena,
la humana deformación del deseo, lo innombrable de la existencia. Los mismos ojos
entre países en guerra no pueden ser menos desoladores.
La poesía advierte una amenaza que ni las palabras pueden
sostener por absurda, gracias a los
fuegos fatuos.
País IV
No
hay un tiempo prometido ni una espera sin disparo,
cada
muerto sostiene entre las manos su cabeza;
los
otros se desplazan secos por los largos caminos de la noche
que
crece como un río que amenaza;
los
vivos, más muertos que los muertos
serán
en la ciudad la vaga sombra
el soplo que ahora
nos ronda.
Sin embargo mis ojos de lectora recuerdan a
Stendhal y vuelven al libro DEL AMOR que
nos dice, “El que ama bien, goza y
tiembla, con todo lo que imagina, y no hay nada en la naturaleza que no le hable de aquello que ama”.
Oh! Stendhal, Stendhal …¿Cuántas miradas
tenemos de los amantes de las letras? ¿Cuántos ojos en llamas? ¿Cuál es la
patria de la poesía en esta tierra?
Y desde otra orilla nos contesta el nobel de
México:
Tus
ojos son la patria del relámpago y de la lagrima, /silencio que habla/
tempestades sin viento/ mar sin olas/ pájaros presos, doradas fieras adormecidas/
Topacios
impíos como la verdad/…,(O. Paz).
Salvar
el fuego dentro de los escombros, aunque la mirada del otro nos llene de
terror, viendo el esqueleto, más fiel a
la muerte que pastorea la vida, volviendo
de las catapultas o del cementerio, de
las guerras ominososas, o del llanto que resbala desnudo por la piel del
deseo, de la incomprensión de los
amantes, hasta el hastío de la vida reciclada en cientos de voces
muertas, o del oprobio contra la pasión que invoca nuevos cantos, para tener la sangre que en cada beso se juega su final
…
La
poesía refleja la inevitable destrucción, ante lo insostenible
Sin
embargo, Camila Charry Noriega hace precisa la evocación en el
canto # 46, como guardiana del fuego, porque nos arroja a cada piel que huele a
olvido, porque sin olvido todos
estuviéramos muertos, por que es
necesario nombrar las flores del desastre, y vaticinar el propio universo….
Mientras
la noche revienta
de
música y de risa,
trazo
un rastro invisible de saliva
sobre
tu ingle acuosa.
Mañana
olvidaremos todo
el
pasado, materia fantasmal,
y
el deseo será apenas el recuerdo de un ardor.
La
sombra invisible pero cierta de tu mano
continuará
su ruta por mi vientre
sacudiendo
esta vigilia;
el eterno recordarte
que me sostiene.
Lectura, Cd. de México, 21 de febrero del 2014.
FIL de Minería, Salón El Caballito.
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