Mientras la infidelidad masculina ha pasado sin pena ni gloria por infinitas
revisiones de la literatura universal, la femenina se ha erigido en cuando
menos tres monolitos citados hasta la locura. Huelga decir que estos celebres
casos han brotado de tintas de varón, acaso porque las escritoras no ven en
ello un drama o una tragedia para la sociedad, sino una circunstancia que
compete a ellas y a sus conciencias…o ausencia de ellas. Un yerro, en el peor
de los casos. Una liberación, en el mejor.
En RAZONES
DE LA DAMA INFIEL, la poeta Elizabeth Cazessús, no alude ni una sola vez a
Madame Bovary, ni a Ana Karenina ni siquiera a la mártir de ese club non-
sancto de la literatura: Hester Pryenne. Sus poemas invocan a Rosario
Castellanos, epítome de la fidelidad conyugal, no en su obra sino en su modus
vivendi; al perfecto contrario de Rosario: Anaïs Nin y, con mucha mayor
insistencia a Sor Juana Inés de la Cruz, ejemplo de fidelidad febril a sí
misma. Digamos que realiza una hazaña inversa a la de Penélope, lo cual,
sabemos ya quienes lo hemos perpetrado, resulta menos cansado y
hasta relajante: desteje hábilmente la colcha que se llevo, entre otras cosas, sus anhelos de esposa joven e
inocente. Como diciendo: al diablo , estoy harta de volver a las mismas hebras
desgastadas y descolorida. Todavía palpito. Dicho por la propia Elizabeth; “(…)
le dejaré el camino libre a Medea/para que siga creyendo /que es la única y la
primera/mientras Jasón siga haciendo de las suyas.” Medea y la otra, p. 69.
Las razones de la dama aludida en el título,
pudieran acunarse en una sola palabra: renuncia. La infidelidad puede ser un
acto liberador, pero también una decisión largamente discernida, mas aun: una
determinación> La dama que aquí expone sus razones para ser infiel, deja
claro que es más fuerte su deseo de romper con un arreglo social que la reprime
y la frustra, que hacia un prójimo especifico. La suya es mas rebelión que
arrebato místico (caso Bovary) o subyugación por el bigote (caso Karenina). En
su pecado lleva la dama no la penitencia, sino el desprendimiento de sus
grilletes (caso Érica Jong), quien narro la experiencia de primera mano). La
visión de la diaria sabana inmaculada, tendiéndose en el aire como un fantasma
para a continuación caer sobre el bendito lecho conyugal con precisión matemática,
produce en la dama reflexiones como la siguiente: Siempre se llega virgen al
amor, esculpiendo en el aire/las palabras imprecisas/ los ardores adolescentes.
Los amantes amanecen/ como animales recién nacidos. ( “Natura y sexo”, p. 95).
A la dama la acompañan las mejores
intensiones: está cansada de que se le quiera graduar de madrecita santa; de
que se le crea asexuada, sin jugo de lascivia entre las piernas: seca para el
mundo. Ni en la biblia se halla. Los
diez mandamientos, vueltos espectáculo por Ceci B. Mille, amén ni siquiera la
aluden como individuo. No desearás la mujer de tu prójimo…” sino la mujer de tu
prójimo”. Nótese: no dice “a la mujer de..” sino la mujer de…. Situándola por
debajo de la casa del prójimo, en un nivel apenas superior al buey, el asno y
la nada. El decálogo ni siquiera considera la posibilidad de que esa mujer
revuelta con la casa , el buey, el asno y la nada sea un sujeto viviente,
deseante, capaz de desear al hombre (o el hombre) de la prójima, tampoco es
aludida….ya no digamos su casa, su buey, su asno y su nada. Seria pertinente
suponer en esta omisión una licencia tácita para el deseo de la que ,
aparentemente, no existe como ser humano? Un dios tan generoso no hubiera
creado a la abuela sacrosanta, de la suegra que no sale de la sacristía (habría
que preguntarse, mal pensada que es una, que tan atractivo será el sacristán)…ese
dios cómplice de la mujer la hubiera
dotado de derecho a la propiedad…de derecho a su cuerpo. La ha dotado, en
cambio, de palabras para inventarle un
lenguaje a su muy particular deseo, ese que alguien debe haber borrado de la
piedra: ¿Cómo quieres que te ame/ En medio del caos?/Si te nombro padre,
huyes./ Si te llamo esposo, me consumes,/ y si te nombro amante, amigo/ no
concibes el lecho /donde duermes con tu sombra”. (La Trinidad).
Con lo hasta aquí dicho, realmente hace
falta agregar que RAZONES DE LA DAMA INFIEL es un poemario que derrama belleza,
humor, sabiduría y un talento sin cortapisas? Hace falta anunciar que Elizabeth
Cazessús sigue a la letra su propia conseja de hundirse en las palabras y
perderse hasta encontrarlas? Creo que no….
No hay comentarios:
Publicar un comentario