¿Sabes qué es la pintura, Ángel?
El esfuerzo de la materia por convertirse en luz.
Pintor de Tijuana anónimo.
Bar “Silencio”
Ángel Valrá nos muestra su obra en el Centro Cultural Tijuana, en el tercer piso de la galería del Cubo, en una edición esperada por muchos de nosotros, desde hace varias décadas.
Muestra sorprendente
por su belleza, el contenido, la trayectoria, la autenticidad; características
que invitan y reúnen para apreciar la obra de este pintor bajacaliforniano que
ha trascendido por su entrega y resistencia
en las artes plásticas con su trabajo fecundo y creador. El recorrido se
perfila lucidamente planeado por la
curaduría de Enrique Ciapara, quien puntualiza una exhibición libre de
saturación y seductora presentación.
Así, el visitante
puede disfrutar en las diferentes
secciones, la evolución que ha tenido la obra de Ángel Valra, desde la obra figurativa de los 80s, el
figurativo atmosférico de los 90s”, hasta el abstracto cósmico a partir de la
década 2000.
Independientemente
de la técnica en Valra, puedo apreciar una actitud hacia lo sagrado, pintar para él es un acto ritual, expresar lo que encuentra
de manera transitoria en el lienzo, asumir el dictado, lo que su mente y los
materiales le dan en cada obra. Y como el mismo menciona, en palabras de Pablo
Natorph, “lo sagrado es la no pretensión, es obedecer el dictado de los
materiales”. Y es en esto, donde los hallazgos son más que imágenes, son
fenómenos, escenarios donde están sucediendo cosas, donde la naturaleza animal
y humana se expresan, donde la tierra hace sus diferentes confrontaciones. Las palabras
guardan silencio, porque no hay nada que explicar, sino sentir, percibir,
contemplar y dejar que la estática te lleve a los lugares del encuentro, para
disfrutar y lograr entrar a la esencia
de su obra.
Esto es visible en “Black Blood”, un cuadro que magnifica una especie de eclosión galáctica; la densidad del negro de fondo incrementa el dramatismo, la elevación, el vuelo; en “Opera Azul”, la cascada del azul es un personaje sacerdotal dentro una caverna celeste, donde el erotismo emerge de los muros y formas lechosas; la “Montaña Sagrada”, un cuadro que el curador propone en cambio de posición, de horizontal a vertical; y de manera vertical asemeja un fondo marino, abisal. Con esto se comprueba que la obra de Ángel Valra cuando se mueve, cobra nueva vida. En otros cuadros de reciente factura, hace homenajes a los muertos de Acteal, con el “Árbol de la Muerte”, obra impresionantemente energética, y su homenaje a Eduardo Chillida en la serie, “ Todos los papeles” perteneciente a la última década de abstraccionismo cósmico, donde hace gala del simbolismo.
Imposible concentrar
en palabras todo lo que esta retrospectiva ofrece en tres décadas, -tiempo de
tiempos-, hay que estar horas y ver al
detalle todo lo expresado y vivido por el autor. Cada cuadro tiene su historia,
su hilo conductor, su origen como parte del rito, trance, coincidencia,
conjugación del verbo creador, acto de sumersión, poesía incurable,
insurrección del instinto. Lo que puede ser y no es, hasta que la obra queda plasmada, en el campo donde los materiales se
untan, se difieren, se detiene, se desparraman y el color fluye, mientras Valrá
hace su danza ritual, alrededor de su estudio, (como se ve en el video que
hizo Giancarlo Ruiz ), toma el color con
sus pinceles/ trapos, o sus dedos y los avienta al lienzo, o acaricia o rasga el
color sobre el muro, en el estudio. Todo converge en un universo donde van
apareciendo las diferentes regiones desde la oscura gentileza de ser uno con la
naturaleza primigenia;, regiones abisales, galácticas, volcánicas, mareas y
horizontes embravecidos; reflejando la expresión del instinto purificado con la
animosidad o impulso del gesto, la rivalidad con lo que no puede ser,
revitalizando la infancia de los tiempos en un juego con el fuego.
Ante esto, Valrá
defiende y ratifica su posición frente a los materiales, él pinta con el cuerpo
transido, se ve como un instrumento al servicio, no como demiurgo.
Del
abstraccionismo figurativo, al principio de la exposición hay obras como “La
patera “ donde los naranjas predominan, espacios del sol; irradian esa
vitalidad e incandescencia de un gran
barco que transporta migrantes de África a España; “El palestino”, que representa un Jesucristo
que nos remonta en la historia, siglos; dos de sus obras excepcionales en esta
sección; sección de magníficos contrastes, derramamientos y efectos visuales que provocan el asombro y
la sublimación de la mirada.
En lo figurativo,
hay cuadros de colores fríos, con personajes oscuros, animalescos, fantasmas y
demonios, aquí predominan los azules, la
perspectiva de la intimidad con figuras humanas que comunican dramatismo, subterfugios, relaciones
oscuras, que no se excluyen en ninguna obra que valga la pena analizar,
sopesar, ver con detenimiento; por lo que implica una mente profunda abismal y extremadamente sensible. Como todo
creador se enfrenta a sus ángeles y demonios, a sus fantasmas como parte del
rito, afirmaría el escritor, Ernesto Sábato.
Ángel Valrá,
tiene el cuidado desde el inicio de acercarnos a su técnica, en un texto que presenta y explica con ejemplos
claros en el video, con la que ha trabajado las últimas décadas, y
logrado la libertad en el trazo y enfocar su fuerza expresiva, llamada, “Mecánica
de fluidos”.
Técnica con la
que se identifica, con el manejo de instrumentos, el proceso creador y ejecuta
en esta última etapa; digo se identifica, porque Valrá es un creador, y los
creadores son intuitivos, saben sin saber, piensan sin pensar, el impulso de su
voluntad los lleva a la “tierra medial”;
su manera de enfrentarse al lienzo es de
manera intuitiva/instintiva. Valrá intuye los fenómenos que están por venir,
los olfatea, los evoca. El se planta como creador de universos, prepara sus
materiales y juega con los fluidos de la pintura en los lienzos, así se va
compenetrando con el tiempo, el espacio; y la energía fluye, puede realizar juegos
entre lo seco y lo mojado. En sus cuadros
aparecen grumos o volutas de
pintura, simbólicas formas como pequeñas islas, chacras, huesos, suspensiones
que hacen contrastes y alientan atmósferas en el espacio poético. El fluido cromático se convierte en ritmo,
armonía, melodías, haciendo el balance en cada obra. Al explicar Valrá, la “Mecánica
de Fluidos”, cobra significado la fuerza
energética que tiene su obra; el estallido del volcán, la vertiginosa expresión
en su árbol de la muerte, el dramatismo de sus personajes, la ruptura
con el catolicismo, en su “Ángel Exterminador”, el caos en “La guerra
del Golfo”, la sensualidad del lomo de Equs, el magnetismo de “Black blood”.
En esta
retrospectiva, Ángel nos muestra sus principios como creador, basado en lecturas, en viajes, con la
influencia de los maestros que admira. Ángel, ante todo también es lector y
melómano, se acerca a la filosofía y a
la poesía, a través de su obra, sin el fin de encontrar la verdad, sin la
pretensión de poseerla. Hay momentos geniales en la obra de Angel Valrá, entre la
ruptura y la entrega; la ruptura como sostén de la crítica genialidad y la
entrega como la entrada a momentos de gran lucidez.
Tijuana, B.C. 2
de julio del 2012
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